18.11.11

Constantinople y la reunión de la tradición persa, barroca y jarocha

Los tangueos jarochos en la música oriental
Por Sergio Raúl López
Al son del guatimé en Tlacotalpan. Enero de 2011. Foto: Sergio Raúl López.

Todo son jarocho se declara, primero, con las firmes, rítmicas notas del requinto. Las cuatro cuerdas del instrumento van tejiendo una melodía que revela el son que seguirán los demás músicos y bailadores. Con José ÁngelGutiérrez ocurre un fenómeno inusitado, empero: las virtuosas variaciones que le arranca a su guitarra de son –atiorbada, le llama– gradualmente van demudando hacia otras geografías, otros usos y costumbres musicales, hacia las sonoridades del mundo árabe. De su instrumento, escarbado en una sola pieza con maderas del sur de Veracruz, emergen las voces del oud, del rebab y del setar, el medio oriente.

En efecto, la tradición árabe se encuentra inserta dentro de la genealogía del son jarocho, pero no era tan obvia. Así que pocos hicieron caso del joven músico, miembro fundador del primer Mono Blanco –junto con su hermano Gilberto y el violinista Juan Pascoe–, cuando, durante su etapa de formación, al buscar sus propias variaciones para dar un acento propio a sus requinteos, les comenzó a dar un toque árabe. Un verso que había leído , le disparó sus indagaciones: “El fandanguito es el más arabesco de los sones”. Poco después, ya como parte del ensamble que acompañaba a Salvador El Negro Ojeda, uno de sus compañeros, Arturo Cordero, aventuró la conclusión de que, probablemente, la guitarra de son no era occidental, sino que vino con los árabes que acompañaban a los españoles y trabajaron juntos lo que llamaron “variaciones orientales”.

Su esposa, la versadora, jaranera y bailadora Teresita de Jesús Islas, al escuchar los instrumentos orientales, comenzó a hacer armónicos con la jarana para acompañar ese estilo. Y esos recursos les acompañaron durante más de veinte años en los conciertos del dueto que conformaron, Al golpe del guatimé, en los que suelen invitan al público “a hacer un viaje musical de los árabes a España y de los españoles a Veracruz, y luego les tocamos son jarocho clásico”.

Propusieron el proyecto al Fonca, pero fue rechazado, recuerdan. Así que decidieron subir la información al Internet “como quien avienta una botella al mar”. Sorpresivamente, a los pocos días recibieron en Lerdo de Tejada, Veracruz, una llamada de Kiya Tabassian, director artístico del ensamble Constantinople y además miembro del Consejo de la Música de Canadá y del Consejo de las Artes y las Letras de Quebec.

El canadiense, nacido en Teherán, buscaba dos músicos jarochos para su siguiente proyecto, que exploraría las similitudes con la música persa y el barroco español. Además integrarse al ensamble y realizar giras por todo el mundo, grabaron un disco, Terra Nostra (ATMA Classique), que fusiona piezas barrocas como "Paysonos" –de Santiago de Murcia– con el son "La lloroncita", el anónimo "La jota" con "El pájaro cú" o "Xácaras" –de Lucas de Ribayaz– con "El cascabel".

Y este ensamble que reúne instrumentos de la tradición persa (tombak, setar), europea (guitarra barroca, viola da gamba) y jarocha (jarana, guitarra de son, zapateado), se presentará el lunes 21 de noviembre en el Palacio de Justicia, a las 13:00 horas, como parte del XXIII Festival Internacional de Música de Morelia, que se efectuará del 12 al 26 de noviembre en la capital michoacana. –¿Qué tanto habrá influido la expulsión de los moros de España, para que hayan arribado a América?

–Bueno, en la aventura de Colón la acotación era que no iban a regresar y para embarcar sacaron a la gente de la cárcel: moros, árabes, fueron con quienes llenaron estos barquitos para esa aventura sin retorno –contesta Teresita–. Y ellos trajeron su música, las variaciones, las escalas que ahora nos parecen extrañas. Mucha gente de mentalidad occidental quiere tratar de corregirlas, como la cuerda de la jarana que disuena, y que pisan para que no suene así. Pero eso es nuestra herencia y es normal en la sonoridad árabe.

–Y tira muchos prejuicios, respecto a la aparente disociación del músico popular con el de conservatorio. Al final, ambas tradiciones empatan.

–Y ya lo demostraron Paco de Lucía, Ravi Shankar y muchos más –dice José Ángel–. Me parece muy importante decir que estamos tocando con músicos de primer nivel, gente que estudió ocho años en conservatorios y con un gran curriculum. Además, es un grupo especializado, por eso no mezclamos sino que hacemos una fusión musical. Inmediatamente nos pusimos a estudiar las escalas iraníes y la música barroca, y ellos estudiaron los sones jarochos. Ellos hacen una cámara armónica y melódica, no es teórico, sino que lo hacemos sobre una base improvisatoria. Es muy importante, para la tradición jarocha, demostrar que podemos tocar con músicos de alta preparación musical e intelectual.

–La improvisación es una característica orgánica de estas tradiciones.

–En ese sentido nos parecemos mucho a los orientales –continúa José Ángel–. Un son depende completamente de tu estado anímico, depende la velocidad, el tipo de improvisación que hagas, qué camino tomas, que dure tres minutos, diez o media hora. Se puede decir que es una música que está viva, que respira, que todos los días necesita alimentación, espiritual o física, que diario necesita aire, luz, oscuridad. Es como un duende, como un chaneque que de repente sacas a bailar y está feliz. Con Constantinople grabaremos un segundo disco con temas que han surgido de improvisaciones sobre un tema, así nació Nidia (Canción de Amor), El Retorno, Paisse, La Yerbabuena, Azucena y Orland.

–¿Cuáles son las coincidencias técnicas de los instrumentos árabes y jarochos?

–Hay coincidencias –dice José Ángel–. Los tangueos están en la música oriental, de allá nos vienen. Sólo que nosotros los usamos a la manera occidental, es decir que los atamos a la armonía de la jarana, aunque a veces nos despegamos. También tocamos el requinto con un plectro, que es muy similar a cómo se toca el oud, completamente punteado. Lino Chávez le comenzó a pegar hacia arriba a la cuerda, no sé de dónde lo sacó, pero cuando empecé a hacerlo llegué naturalmente a los arabescos. Entiendo que la única diferencia entre un requinto jarocho y un setar, es que se toca con la uña, las cuerdas son de metal y no tiene trastes, y que usa modos y aires diferentes, por su geografía. Pero en el momento en que le toqué a Kyka una Bamba y un pájaro Cú, inmediatamente respondió con variaciones como si estuviera tocando jarocho. Suena raro, suena diferente, el instrumento es otro, pero se dejan llevar por el aire, como nosotros en el son. Finalmente encontramos que somos universales, que no nos separan las geografías ni las fronteras, que estamos en el mismo planeta y que no hay mayor diferencia.

Ensamble Constantinople con José Ángel y Teresita.

Este artículo se publicó originalmente en la sección de cultura del diario El Financiero (6/XI/2010).