La camarita es como el oxígeno para Héctor García
La mañana del sábado 2 de junio de 2012, el fotógrafo Héctor García falleció en la Ciudad de México, esa que tanto retrató y configuró visualmente durante largas décadas. A manera de pequeño homenaje reproduzco la entrevista que publiqué en la sección Cultura del diario Reforma, el 4 de septiembre de 2003. Para mayor información puede consultarse la página de la Fundación Héctor García.
El dominio de los misterios del oficio
fotográfico
Por Sergio Raúl López
Vital como el oxígeno, la cámara fotográfica ha acompañado la
existencia y forjado la personalidad de Héctor García (Ciudad de México, 1923),
quien es capaz de tomar buenas imágenes en su Olytmpus automática de 35
milímetros sin dejar de andar y sin echar una sola mirada al visor.
"Eso lo da el oficio", dice el creador de 80 años, de
quien se inaugura hoy a las 19:30 horas en el Centro de la Imagen una
exposición retrospectiva con dos centenares de fotografías titulada simplemente
Héctor García, que inicia formalmente las actividades de Fotoseptiembre en su
décimo aniversario.
De la misma manera que carga desde hace más de una década su
Olympus, señala con una sonrisa, infinidad de señoras llevan una cámara
automática en sus bolsas.
"Su camarita es como el oxígeno, absolutamente natural. La
humanidad no podría vivir fácilmente sin la fotografía, que nos permite ver
infinidad de cosas, ya sea por curiosidad o para conocer el universo mediante
microscopios o telescopios, o la calaca bailadora en los rayos X", dice
el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002.
La exposición fue curada por un equipo dirigido por Gabriela
González, quien durante la primera mitad del año seleccionó las imágenes de la
exposición, que es también el tema principal del más reciente número de la
revista Luna Córnea, dedicado a García.
"Tengo más de 60 años haciendo fotografías, lo que me ha
permitido reunir alrededor de 20 mil rollos de negativos e imágenes", dice
el creador, quien se ha interesado en una gran variedad de temas y lugares,
además captar muchos lugares de México en los recorridos que realizó como
fotógrafo de la Presidencia de la República.
"Me gustó la fotografía y la hice mi oficio y mi manera de
vivir, gracias a eso obtuve personalidad, carácter, estilo y un modo de ver el
mundo. Creo que a través de la lente he buscado a las personas, a la humanidad,
por lo que muy difícilmente he hecho fotos que no incluyan a un ser humano de
cualquier clase o condición", explica.
Seis décadas en el oficio de fotógrafo le han permitido, además,
forjar una teoría propia: que las fotografías son seres autónomos que "se
defienden por sí solos y hablan por sí mismos".
Es más, agrega con cierto aire de misterio: "La fotografía es
una forma de escritura".
"Me he dado cuenta de que la foto es un medio de comunicación
muy efectivo, pues la imagen habla y se expresa. He visto gente que ya no
necesita leer el periódico después de ver una fotografía".
Lo que permanece como un misterio, apunta, es el proceso que dota
a los fotógrafos de "una especie de nuevo sentido" que supera incluso
a la vista, una herramienta principal a la hora de tomar imágenes.
"La experiencia le permite a un reportero gráfico casi prever
cosas que van a suceder. Donde se produzca una noticia, el fotógrafo buscará,
gracias a este sentido, una posición de primer espectador, apoyado en la
experiencia, la intuición o algo más", señala.
Sólo queda una prueba para saber si en verdad se posee el oficio:
hacer la foto. "La hiciste o no, la captaste o no", y sobre este dato
no hay discusión posible.
García destaca el hecho de que la fotografía es un arte joven, de
apenas 150 años, que se sirve de un instrumento hecho por el hombre a su propia
medida, lo que explica su enorme popularidad. Cita que Balzac, el escritor
francés, al conocer el invento dijo que había nacido "el testigo
irrefutable de la historia".
Al principio, relata divertido, a los retratados se les imponía un
método de tortura para lograr su imagen, pues los sujetaban con correas a la
silla, "como si fuera la eléctrica", para mantenerlos quietos.
Fascinación por los enanos
En los años 40, cuando se preparaba para estudiar ingeniería en el
Instituto Politécnico Nacional, García, encargado entonces del periódico mural
de su escuela, recortó y pegó algunas de las fotografías publicadas en los
diarios sobre los continuos pleitos que tenían con los estudiantes de la UNAM,
"porque nos agandallaban".
En medio del desorden descubrió a unos "como enanos que se
movían de aquí para allá"; eran los fotorreporteros, cuyo oficio
inmediatamente le fascinó, al grado de comprarse una cámara barata para
aficionados, del tipo Brownie de la Kodak, de formato 4 por 4 centímetros.
Entre 1943 y 1945, casi al término de la Segunda Guerra Mundial,
se fue de bracero a Estados Unidos. "No aprendí una chingada, más que el
pico y la pala", recuerda, excepto por los cursos sabatinos que tomaba en
Nueva York, donde le enseñaron lo suficiente de fotografía para poder retratar
a las muchachas con una pequeña cámara de fuelle.
De regreso a la Ciudad de México, se convirtió en recadero y
asistente de Edmundo Valadés, director de la revista de cine Celuloide, donde
escribían autores como Efraín Huerta y José Revueltas.
Después de un tiempo, Valadés envió a García al Instituto de Artes
y Ciencias Cinematográficas, donde ofrecían preparación en diversos oficios
relacionados con la industria. Ahí, el creador autodidacta tuvo acceso al
conocimiento académico del arte visual, la técnica fotográfica y la historia
del arte, al asistir durante dos años a las clases que impartían los fotógrafos
Manuel Alvarez Bravo y Gabriel Figueroa.
"Fue padrísimo: trabajaba en Celuloide, estudiaba en la
academia e iba a los estudios de grabación. Entonces ya me hice de una camarita
para hacer fotos de película, una Speedgraphic de formato 6 por 9 que compré a
crédito en Casa Regis".
García se declara un apasionado de la figura humana, desde las
esculturas de la Grecia antigua, hasta la realidad social, por lo que en su
trabajo desfilan los retratos de niños e indígenas.
"Trabajé durante 50 años de manera intensa, en
los que el día y la noche no me bastaban", recuerda. "Siempre tenía
mi cámara lista y hacía más imágenes de las que me encargaban porque todo
despertaba mi interés".
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